Marruecos era uno de esos destinos que tenía en mi top 5 para visitar. Desde que llegué a Francia me había llamado la atención, sentía que iba a ser de esos lugares que me iba a dejar huella. Un día vi una emisión de un programa que me gusta mucho, Echappées Belles, la cual trascurría en Marruecos y me pareció increíble. Durante esa emisión mostraron un pueblito que me pareció divino, Chefchaouen. Después de haber visto ese programa, sabía que si algún día iba a Marruecos tenía que visitar Chefchaouen.
En Mayo 2015, antes de dejar París para venir a vivir a India pasé una semana en Marruecos. Fue un país que definitivamente dejó una huella en mí. Es de esos destinos que tienen varias estrellitas en mi lista porque me permitió no solo descubrir un nuevo destino, sino conocer personas increíbles, además de brindarme muchas sonrisas.
Mi recorrido pasó del naranja de Marrakech al azul de Chefchaouen. La medina de Marrakech es caótica, llena de motos, ciclas, turistas y tiendas. Cuando uno camina por los "souks" de la medina, se pierde entre lámparas, pañoletas, platos, esencias y té. En una de esas caminatas me encontré con mi sitio favorito en Marrakech, es un café/restaurante que se llama Bakchich, queda en la Rue des Banques. El tajine es delicioso, además los muchachos que atienden son súper amables y la decoración de sitio es hecha con material reciclado. Es un sitio súper agradable, donde dan ganas de quedarse, tomarse un té y mirar la gente pasar.
La comida en Marruecos es increíblemente deliciosa. Mis favoritos, tajine con carne, almendras y ciruelas y el "Msemmen", un panecito una ¡delicia! Otra cosa deliciosa son las berenjenas fritas que venden en la plaza principal, que cosa más rica. Además con ese calor, un juguito de naranja dulce nunca cae mal. Y el té de hierbabuena, ¡delicioso!
Y como lo había pensado, ¡Chefchaouen fue lo mejor de mi viaje! Es una ciudad pequeñita, tranquila, cuyo azul brinda tranquilidad y hace que uno se sienta a gusto. Como no hay tantos turistas, uno caminar mucho más tranquilo sin que lo estén acosando para venderle algo. Es una ciudad encantadora! Yo podía pasar por la misma callecita 10 veces al día y no me cansaba. Además la gente es increíblemente amable, siempre dispuestos a ayudar y con una sonrisa por ofrecer.
Mi sitio favorito en Chefchaouen fue un restaurante pequeñito que se encontraba al bajar del hostal donde me estaba quedando. El señor sólo vendía "Bissara" (sopa de habas). Como a mí me encantan las habas tostadas, pues dije ¡probemos la sopa de habas! Es una sopita rica, calórica, con bastante aceite de oliva. Cuando salía a caminar siempre me gustaba tomarme un té de hierbabuena en este restaurantico. El señor era muy simpático y me hablaba en una mezcla de árabe, español y francés.
En Chefchaouen también conocí a un grupo de niños divinos. Un día que salí a caminar los encontré y nos pusimos a charlar. Ellos querían tomar una foto con mi cámara, así que cada uno tomo una foto. Una de las niñas, la que mejor hablaba francés fue mi angelito del viaje. Una niña tierna, dulce y con una linda sonrisa. Cuando le pregunté si todos eran amigos o familia, ella me respondió "mis amigos son como mi familia".
En definitiva, mi viaje a Marruecos fue una experiencia única. Es de esos destinos que uno disfruta de principio a fin, de esos en los que más que conocer lugares, se viven experiencias y se comparten sonrisas. ¡Habrá que regresar!
En este link pueden ver las fotos de mis días en Marruecos.
Shukran!!!!!!